Los Protagonistas: Las diferencias del que toca el tambor en Moratalla empiezan por el
propio nombre, ya que aquí somos tamboristas en vez de tamborileros. Por
otra parte, aunque se está incorporando tímidamente la mujer, lo cierto
es que el tambor lo toca mayoritariamente el hombre porque la mujer se
auto-excluye por el enorme esfuerzo que supone. No obstante, para los
forasteros, diremos que el moratallero no es machista en este sentido,
la mujer puede tocar lo que quiera sin que nadie se lo impida, de hecho
hay mujeres que tocan estupendamente e incluso las hay que nos han
representado muy dignamente en las Jornadas Nacionales. Esperemos que
esta integración de la mujer tamborista sea cada vez mayor. Otra
particularidad la constituyen los nazarenos que no van tocando el tambor
y que, en ocasiones, superan a éstos en número. Se trata de amigos de
una peña que acompañan a un tamborista y que esperan su relevo o,
simplemente, de quienes se suman a la fiesta a su manera. También hay,
aunque cada vez menos, quien aprovecha la ocasión para disfrazarse de la
forma más extravagante, tocando o sin tocar. Esta costumbre parece
tener su origen en la protesta de algunos nazarenos que se veían
privados del tambor en épocas de intransigencia de la autoridad. Cuando
sólo se tocaba Jueves y Viernes Santo, la tarde de este último día se
denominaba <> porque era más propicia a esta práctica. Por último,
diremos que también hay moratalleros que, en traje de calle, se colocan
de pie en la acera de la calle Mayor simplemente para ver pasar a los
tamboristas. Algunos de ellos fueron tamboristas expertos, por eso
algunos nazarenos aprovechan para dedicarles sus mejores redobles
esperando un gesto de aprobación.
sábado, 16 de enero de 2016
La Túnica

El Tambor
El Tambor:
Aquí sigue siendo un instrumento puramente artesanal, que sólo saben
construir determinadas y escasas personas especializadas. Para el
moratallero, el tambor no constituye un elemento valioso por el precio
de sus componentes, sino por el hecho de hacer coincidir el esfuerzo de
varios meses de trabajo con el <> que supone la conjunción y
asonancia de dichos componentes. Cuando un tamborista que se precie ha
conseguido <> un buen tambor, no lo cambiará por nada del mundo,
de ahí que lo cuide como algo único e insustituible. Muestra de nuestro
carácter tradicional es que nuestros tambores no conocen el plástico y
siguen utilizando una piel de oveja y otra de cabra, lo que supone,
además de un laborioso proceso artesanal, una mayor fragilidad y, sobre
todo, que cada una sea diferente y, además, no fácilmente reemplazable.
Aunque se ha impuesto el uso de los tornillos, es cierto que están
reapareciendo tambores de cordel que parecían condenados a la
desaparición. Bienvenidos sean. Por tanto, si eres forastero, piensa que
un buen tambor es solo más valioso para un tamborista. Si, por otra
parte, quieres comprar uno, no lo puedes adquirir en ninguna tienda sino
en casa de un artesano y encargándolo con varios meses
de antelación puesto que no se fabrican en serie, sino personalizados.
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