El Tambor:
Aquí sigue siendo un instrumento puramente artesanal, que sólo saben
construir determinadas y escasas personas especializadas. Para el
moratallero, el tambor no constituye un elemento valioso por el precio
de sus componentes, sino por el hecho de hacer coincidir el esfuerzo de
varios meses de trabajo con el <> que supone la conjunción y
asonancia de dichos componentes. Cuando un tamborista que se precie ha
conseguido <> un buen tambor, no lo cambiará por nada del mundo,
de ahí que lo cuide como algo único e insustituible. Muestra de nuestro
carácter tradicional es que nuestros tambores no conocen el plástico y
siguen utilizando una piel de oveja y otra de cabra, lo que supone,
además de un laborioso proceso artesanal, una mayor fragilidad y, sobre
todo, que cada una sea diferente y, además, no fácilmente reemplazable.
Aunque se ha impuesto el uso de los tornillos, es cierto que están
reapareciendo tambores de cordel que parecían condenados a la
desaparición. Bienvenidos sean. Por tanto, si eres forastero, piensa que
un buen tambor es solo más valioso para un tamborista. Si, por otra
parte, quieres comprar uno, no lo puedes adquirir en ninguna tienda sino
en casa de un artesano y encargándolo con varios meses
de antelación puesto que no se fabrican en serie, sino personalizados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario